Sí, la propia japonesa disfruta de que tantos machos la miren. Ser una perra a los ojos de los hombres es aún más genial que ser una geisha. Todos pueden correrse en su boca, en su cara y en sus pechos. Está cubierta de semen y es todo sonrisas. Los sementales se vuelven locos por chicas así.
¡Suerte que los chicos pararon el ascensor para aprovecharse de las putas! Por supuesto, podría haber tirado un segundo palo, pero me dio pena la gente que esperaba el ascensor.